¿Una utopía? Razones por las que seguimos lejos de un panorama de paz

¿Una utopía? Razones por las que seguimos lejos de un panorama de paz

Foto: Unsplash

Cada 21 de septiembre se conmemora el Día Internacional de la Paz, una fecha en la que se pretende explorar nuevos horizontes para alcanzar un estado de mayor tranquilidad en el mundo. En teoría ese es el objetivo desde que se instauró la efeméride en 2001, aunque en los hechos seguimos viviendo un contexto donde la violencia, inseguridad y las desigualdades se acrecientan en todo el mundo.

 

Alcanzar la paz mundial puede considerarse una idea utópica, ya que hay diversos factores en todo el mundo por los que no es posible llegar a un momento de verdadera pacificación. Ya sea por conflictos políticos y bélicos, intereses económicos, o bien por la nula capacidad de cooperación entre naciones, la humanidad sigue lejos de alcanzar un planeta sin guerras, violencia o hambrunas.

 

Algo que se debe entender es que la paz no es simplemente la ausencia de guerra o muertes, sino que constituye una forma de convivencia social en la cual se respetan plenamente los derechos de todas las personas. Por ejemplo, si en un país no se desarrolla un conflicto armado al interior o contra otra nación, pero sí se violan derechos humanos como el acceso a educación y la libertad, se puede decir que no hay paz.

 

Entre las principales razones por las que no se llega a un punto de paz, o al menos cercano, es que la guerra se ha convertido en un negocio multimillonario en todo el mundo. Los datos que arroja la empresa de análisis de mercado, IBIS World, señalan que tan solo en Estados Unidos durante el 2022 se produjeron armas y municiones equivalentes a 19,500 millones de dólares, un aumento del 25 % en comparación con la producción del 2015.

 

Se calcula que el récord de armas vendidas en EU se dio en 2020 cuando, a pesar de la pandemia, los norteamericanos compraron 20 millones de armas. Esto no solo supone ganancias para los fabricantes, sino que también se traduce en recaudación fiscal. En 2021 los impuestos federales se calcularon en 4,600 millones de dólares, mientras que para los estados la cifra fue de 3,300 millones de dólares.

 

Si bien esto sucede en un país donde la portación de armas es un derecho constitucional, estas terminan por causar estragos en otras latitudes. Tan solo en México, el gobierno estima que cada año son traficadas ilegalmente 500,000 armas que pasan a manos del crimen organizado y acaban con la vida de miles de mexicanos cada año.

 

A pesar de que se sabe el daño que causan fuera y dentro de Estados Unidos con los múltiples tiroteos que se dan en espacios públicos como escuelas, la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por su siglas en inglés) es una de las fuertes opositoras a las leyes que regulan con más firmeza la portación de armas.

 

Otra razón por la que no hay paz es porque este concepto no se refiere únicamente a la ausencia de guerra o conflictos armados, sino a muchos otros factores que siguen prevaleciendo. Prueba de ello es la persistencia de la violencia de género, pues aunque se han dado avances para alcanzar una mayor equidad, lo cierto es que hoy en día las mujeres siguen siendo un grupo vulnerable en la sociedad.

 

En México se calcula que todos los días diez mujeres son víctimas de feminicidio, es decir, más de 3,000 mujeres son asesinadas cada año de manera violenta. La violencia con razones de género es una de las formas de segregación estructural y cultural que sigue vigente, más allá de los asesinatos, con la discriminación que se ejerce en contra de las mujeres.

 

Esto se vive en escenarios como Afganistán, donde los talibanes han prohibido a las mujeres ingresar a educación superior, algo que supone una clara violación a sus derechos. El año pasado en Irán se vivieron fuertes protestas luego del asesinato de una joven que no portaba correctamente el hiyab, con lo que se levantó nuevamente la conversación sobre la discriminación que viven las mujeres y cómo esto impide su desarrollo. Así como estas, existen múltiples leyes que menoscaban los derechos de las mujeres del mundo.

 

Por otra parte, están las desigualdades socioeconómicas que cada vez son más pronunciadas y que impiden un cambio cultural. Históricamente, la pobreza y las desigualdades han sido detonantes para conflictos armados, pues al haber condiciones de vida menos dignas, prolifera el descontento social y con ello se crean entornos de violencia.

 

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Casi como un círculo vicioso, cuando estallan las guerras también se produce más pobreza, pues se empieza a generar un déficit en servicios, productos de primera necesidad y comunidades enteras se ven forzadas a migrar para no ser víctimas.

 

Por último, la falta de cooperación entre países es una de las causas por las que los conflictos no solo no terminan, sino que se acentúan. En este punto convergen varias aristas, ya que en aras de seguir posturas políticas e ideológicas de supremacismo, racismo y nacionalismo, muchos países han debilitado sus relaciones con otros estados, aunque estas sean importantes para el fortalecimiento de la paz

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