En la actualidad, la Semana Santa ya no significa lo mismo para todos. Mientras algunos fieles aún preservan la reflexión de los días y asisten a las liturgias o recorren el viacrucis, otros empacan sus maletas rumbo a la playa o simplemente disfrutan de unos días sin trabajo ni escuela.
Hoy, el sentido de esta temporada se fragmenta entre generaciones, creencias y estilos de vida. ¿Qué significa la Semana Santa para los poblanos del presente? ¿Es todavía un tiempo de fe y recogimiento o solo una pausa laboral en el calendario?
“Mi familia ya no. Somos católicos, pero estamos muy desapegados de la religión desde hace años (…) Es generalmente un día normal, simplemente sin actividades”, nos contó Enrique Reséndiz, joven universitario que claramente refleja una tendencia notable: la desconexión de las nuevas generaciones con la tradición religiosa.
En contraste, María Cano, originaria de San Lorenzo Ometepec, afirma que en su comunidad aún se viven los rituales y actos tradicionales con intensidad y que precisamente en estos días encabezará ella misma algunos de ellos, por lo que dijo su percepción a comparación con sus amigos de la capital es muy diferente
“Sí hacemos los viacrucis, las horas santas (…) pero sí hay una gran diferencia. Entre mis amigos, de acá muchos ya no siguen nada de eso”.
En medio de estas posturas, aparecen también quienes encuentran un punto medio. En ese sentido, la señora Gloria recuerda con cariño las enseñanzas religiosas que recibió cuando fue pequeña: “A mí sí me inculcaron y sé de qué se tratan, pero a veces me gana la vagancia”.
Aun así, aseguró que trata de seguir las tradiciones y señaló que la mayoría de la veces viaja a Taxco, donde sigue las procesiones.
Pero otros, como Marlon, han dejado atrás por completo el significado religioso de estas fechas. “Me iré a Puerto Escondido de vacaciones. Solo con mis abuelos recuerdo esas prácticas, pero mis padres ya no las replicaron”, dijo.
En el otro extremo, hay quienes viven estas fechas con devoción profunda. Juan Luis relata cómo en su familia se vive la fe desde la lectura de las escrituras hasta las visitas a los templos: “El jueves se lee la Escritura y el domingo celebramos la resurrección. Las mujeres llevan ramos de flores blancas. Nos basamos en la Escritura, y ahí dice que en estos tiempos la fe se perdería”.
En un caso similar, Mayte Flores, cristiana, añadió que para su comunidad lo importante no es solo la liturgia, sino el sentido espiritual de la época. “Para nosotros es un tiempo de reflexión en familia. El día especial es el sábado.”. Y, bajo ese mismo concepto, aseguró que si viven de manera arraigada estas tradiciones, pero de esta manera.
En un estado donde la religiosidad forma parte del patrimonio cultural, los cambios en la forma de vivir la Semana Santa reflejan algo más profundo que una costumbre: hablan de una transformación en la identidad colectiva. Para algunos, el fervor se mantiene vivo, aunque rodeado de indiferencia. Para otros, la tradición ya no dice nada y se ha convertido en una anécdota de abuelos o en una oportunidad para escapar del estrés diario.
Más allá de juicios, la Semana Santa revela el pulso diverso de la sociedad poblana actual: entre la fe que resiste, las costumbres que se diluyen y las nuevas formas de vivir el tiempo libre. Quizás la pregunta ya no sea quién cree o no, sino cómo elegimos darle sentido a lo que hacemos… incluso en los días santos.