El afán es compartir, siempre

El afán es compartir, siempre

Esta semana ha sido una especie de sacudida emocional y profesional, de esas que te obligan a hacerte preguntas que no quieres, o no te atreves a hacerte con frecuencia. El caso de Berenice y Miguel en el Axe Ceremonia, el cual sigue en vilo, me llevó a replantearme seriamente mi lugar dentro de la industria musical y más importante aún, mi papel como divulgador cultural. ¿Por qué lo hago? ¿Cuál es mi lugar?

 

Podría quedarme en la queja, en el desgaste, en las ausencias que duelen y en los esfuerzos que, a veces, parecen ir directo al vacío, por mi inacción o por la apatía de otros. Pero justo en medio de ese bajón, llegaron dos situaciones que me abrieron los ojos, una especie de recordatorio necesario y en tiempo, como si estuviera fríamente guionizado.

 

La primera ocurrió después de la inauguración de la exposición del Maestro Rodrigo Yépez, “Nada es nuevo; tampoco la gloria”. En ese espacio, entre conversaciones aparentemente sencillas, conocí a un par de artistas plásticos y hablamos de nuestras chambas, de qué hace cada quién y, como me suele pasar, terminé hablando, con el pecho bien inflado, de “El Garage Istmeño”, mi bebé. Es imposible no hacerlo, es un proyecto que ha crecido conmigo, que ha mutado junto a mis propios ciclos. Empezó como un programa de radio y hoy es también sitio web, perfiles de redes sociales, podcast, columna, foro, etc. Un animal multiforme que cambia, se adapta, pero nunca pierde su esencia. Porque si algo nos ha sostenido todo este tiempo es una frase simple, poderosa y que llevamos en el alma “el afán es compartir”.

 

Lo curioso, y triste si se mira bien, fue notar la sorpresa de estos colegas cuando se enteraron que no hay una transacción directa en lo que hacemos. Que ni yo ni quienes colaboran hemos cobrado por dar espacio a propuestas que normalmente no tendrían voz ni cabida en los medios tradicionales. Que la gasolina que impulsa El Garage, y la gran mayoría de mis proyectos nace del profundo deseo de que las historias, las bandas, los proyectos que merecen ser escuchados, lo sean, sin cuotas, sin favores, sin etiquetas. ¿Estaré precarizándome a mi mismo?

 

La segunda situación fue igual de poderosa y es que en una convocatoria abierta, impulsada por promotoras y promotores culturales, se organizó una reunión virtual que tuvo como propósito conocernos, compartir experiencias, aprender de los aciertos (y errores) ajenos. Fue una especie de fogata digital donde todas y todos pudimos sentarnos a charlar sobre lo que significa crear espacios, festivales, toquines o encuentros culturales hoy por hoy. Y de ahí nació algo bonito “Pomotorxs MX” como una red que más que perseguir englobar a toda la “escena” (esa concepto que todavía nadie logra definir bien y que genera incluso hasta división), sino como un esfuerzo colectivo para mejorar lo que sí podemos, la experiencia del público, las condiciones del talento y del staff, la organización desde el corazón y la logística.

 

Desde lo más técnico hasta lo más filosófico, se está generando comunidad y eso, más que cualquier headliner o patrocinador, es lo que puede sostener una cultura viva y disidente. Porque no se trata de competir por likes o ver quién tiene el mejor rider, se trata de que nos cuidemos, de que compartamos lo que sabemos, de que no nos sintamos solos en el camino.

 

Así que, sí, esta semana empecé con muchas dudas sobre si seguir o no, pero aquí estoy. Y como siempre, aunque esta vez, con más certeza que nunca, voy a estar al pie del cañón. Siempre.

 

Y justo en el ánimo de seguir compartiendo, a partir de esta semana me permitiré recomendar una banda, artista u obra que me esté resonando. Esta ocasión les voy a recomendar el más reciente disco de Instante Suspendido “Cartografías”, de la banda de mathrock oaxaqueña Instante Suspendido. Un disco ideal para viajar o simplemente poner en perspectiva tu vida.

 

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