Francisco, el papa que rechazó el boato y abrazó a los pobres

Francisco, el papa que rechazó el boato y abrazó a los pobres

Foto: Unsplash

El 13 de marzo de 2013 las puertas del balcón de San Pedro se abrieron y no hubo trompetas ni nada parecido, solo una figura de blanco que dijo “Buenas noches” con voz tranquila. No era europeo, sino argentino; no era ostentoso, sino austero, y no tenía la intención de demostrar poder, sino cercanía. Así era Francisco, el papa que rechazó el boato y abrazó a los pobres.

 

En vez de recibir bendiciones, las pidió, y rechazó la capa papal, los zapatos rojos y los símbolos del poder pontificio, en su lugar, llevaba su cruz de hierro, misma que usó como arzobispo en Buenos Aires. Asimismo, conservó sus zapatos negros y eligió una sotana blanca sencilla; además, no se instaló en las lujosas habitaciones del Vaticano, sino en una pequeña suite en la residencia de huéspedes y comía en el comedor común.

 

Como en Buenos Aires cocinaba y viajaba en transporte público, en Roma evitó los privilegios, incluso el papamóvil blindado, que decía lo alejaba de la gente. Prefería caminar entre los fieles, abrazar, sonreír, hacerse selfis y jugar con los niños.

 

En Jueves Santo, visitaba las prisiones y lavaba los pies a los reclusos, pues decía que los buenos pastores debían ensuciarse las manos. Y aunque no era franciscano, tomó su nombre de Francisco de Asís; sin embargo, era un jesuita firme y estructurado, el primero de su orden en llegar al trono papal.

 

 

En Buenos Aires lo conocían como el obispo de los barrios bajos y se dedicaba a motivar a sus sacerdotes a salir a la calle, a no encerrarse en templos. No comulgaba con la teología de la liberación y sus ideas políticas no eran sistemáticas, sino que tenía tintes populistas debido a su historia argentina y su desconfianza hacia el capitalismo

 

Su encíclica de 2015, “Laudato Si’”, fue contra el consumismo y la destrucción del planeta, incluso pudo entregarle una copia a Donald Trump y criticó su postura sobre los migrantes.

 

De acuerdo con su punto de vista, encerrarse alimentaba la codicia, por lo que también abrió las puertas del Vaticano a las familias sirias.

 

En temas como el aborto, la eutanasia o el matrimonio igualitario, mantenía la misma postura; sin embargo, su actitud permitía algunas cuestiones, pues defendía la dignidad de las personas LGBT, sugería comprensión hacia los divorciados que se volvían a casar, hablaba de caminar junto a la gente, como lo habría hecho Jesús.

 

En su Iglesia no había espacio para hipócritasambiciosos ni burócratas, a los que llamaba “chupasangres” y “hechiceros mentirosos”. Su mayor enojo estaba dirigido a quienes convertían la fe en carrera e intentó reformar la estructura vaticana, limpiar las finanzas y enfrentar el abuso clerical, pero los resultados fueron irregulares, y su estilo directo generó resistencias internas.

 

Francisco sabía que los cambios reales eran lentos y que a veces había que apostar a largo plazo, pero mientras tanto, celebraba los avances que consiguió en las relaciones internacionales entre Estados Unidos y Cuba. Era un Papa que admitía errores y hablaba de su pasado, recordando la dictadura argentina y las decisiones difíciles.

 

El Papa Francisco tuvo la intención de reparar a la Iglesia, no con juicios, sino con compasión. Creía en una Iglesia que no se encerraba, sino que ofreciera amor y cuidado a cada alma, más allá del bautismo, más allá de los límites. Vivió cada día de su pontificado con esa idea, y cuando llegue el momento de que las puertas del balcón de San Pedro se cierren de nuevopuede que ya no se abran igual.

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