
En México, el agua se está convirtiendo en un lujo. Tras el Día Mundial de la Tierra, y mientras grandes industrias consumen millones de litros al día, comunidades enteras sobreviven con cubetas. El país enfrenta una crisis hídrica estructural, agravada por la corrupción, la mala gestión y el abandono de políticas públicas efectivas.
De acuerdo a la Comisión Nacional del Agua (Conagua), en 1975 había 32 acuíferos sobreexplotados. Para 2019, la cifra aumentó a 157, un incremento de 390%. Esto significa que se extrae más agua de la que se repone naturalmente, lo que compromete seriamente el abastecimiento futuro.
A ello se suman las sequías. De acuerdo con el Monitor de Sequía de México, al menos 70% del país ha presentado afectaciones por falta de lluvias en los últimos cinco años. El cambio climático ha intensificado los periodos de sequía y ha reducido los niveles de agua superficial en presas, lagos y ríos.
La sequía en México: causas y consecuencias
La sequía es un fenómeno natural caracterizado por un período prolongado de escasez significativa de agua, ya sea en forma de lluvia, nieve o humedad en el suelo.
Cambio climático: el aumento de las temperaturas globales incrementa la evaporación y reduce la disponibilidad de agua en suelos, ríos, lagos y acuíferos. Además, el cambio climático antropogénico ha aumentado la frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos, incluyendo sequías más severas y prolongadas.
Variabilidad climática natural: fenómenos como El Niño y La Niña afectan los patrones de precipitación. Por ejemplo, La Niña está asociada con disminuciones de lluvia en el norte y centro del país, regiones ya vulnerables.
Deforestación: la pérdida de vegetación altera el ciclo hidrológico local, disminuye la infiltración de agua y reduce la capacidad del ecosistema para retener y regular el agua, agravando la sequía y la desertificación.
Sobreexplotación y mala gestión del agua: la extracción excesiva para uso agrícola, industrial y doméstico, junto con un uso ineficiente y desperdicio, genera un desequilibrio entre oferta y demanda.
Estas causas han provocado que más de 61.5% del territorio nacional se encuentre afectado por sequía, con impactos severos en el medioambiente, la economía, la salud y la sociedad. Por ejemplo, las principales presas del país operan a menos de 45% de su capacidad, y un tercio de las viviendas con acceso al agua no cuentan con suministro diario, lo que obliga a recurrir a costosas alternativas como la compra de agua embotellada o pipas.
Acciones para enfrentar la crisis hídrica: responsabilidades compartidas
La solución a esta crisis requiere un esfuerzo conjunto entre gobiernos, ciudadanos y sectores productivos, con estrategias integrales que aborden tanto la oferta como la demanda del agua.
Acciones para gobiernos
Inversión en infraestructura: modernizar plantas potabilizadoras, rehabilitar pozos y sistemas de distribución, y construir nuevas plantas para garantizar el abastecimiento en zonas críticas.
Fomento a la captación y reutilización: promover sistemas de cosecha de agua de lluvia en viviendas y espacios públicos para almacenar agua durante los meses secos.
Propuestas legislativas: con reformas a la Ley Estatal del Agua para democratizar y transparentar la gestión del recurso hídrico, lo que podría mejorar la gobernanza y la participación ciudadana en la toma de decisiones sobre el agua
Acciones para ciudadanos
Uso eficiente y ahorro de agua en el hogar: reparar fugas, cerrar la llave mientras se cepillan los dientes, usar dispositivos de bajo consumo, y reutilizar agua cuando sea posible (por ejemplo, recolectar agua de la ducha en cubetas para otros usos)
Racionalizar el riego: utilizar sistemas de riego por goteo y regar en horarios de menor evaporación para jardines y áreas verdes.
Concientización y educación: participar en campañas educativas sobre la importancia del agua y los impactos de la crisis hídrica para fomentar hábitos responsables y sostenibles.