
A pesar de la implementación del programa de estacionamiento rotativo, los franeleros continúan operando y exigiendo pagos adicionales a los automovilistas, lo que genera una doble carga económica: no solo hay que pagar el parquímetro, sino también al “cuidador”.
Esto refleja una falta de control efectivo sobre el espacio público por parte del Ayuntamiento de Puebla, así como la persistencia de prácticas informales. Ahora, la administración municipal encabezada por José Chedraui tuvo la “grandiosa” idea de integrar a los franeleros como monitores del sistema de parquímetros.
Esta propuesta ha generado frustración entre los ciudadanos, quienes recuerdan lo difícil que fue desmantelar el control de organizaciones como la 28 de Octubre en los estacionamientos de los estadios. Hoy, consideran incongruente que ahora se les entreguen las calles, y además, que los ciudadanos deban asumir el costo económico de un sistema que no garantiza la erradicación de los franeleros.
El discurso del Ayuntamiento enfatiza que los parquímetros y la contratación de franeleros como monitores mejorarán la movilidad y eliminarán los cobros indebidos. Sin embargo, esta narrativa omite la complejidad de desmantelar redes de control informal como las lideradas por la 28 de Octubre, que tienen raíces políticas y económicas profundas.
Ante este panorama, se vislumbran varios escenarios posibles. Uno de ellos es que los franeleros rechacen el empleo formal, debido a la flexibilidad y mayores ingresos que ofrece el trabajo informal. Otro escenario es que algunos se integren parcialmente, pero nuevas personas ocupen su lugar, perpetuando el problema, ya que las organizaciones de ambulantes podrían presionar para mantener el control informal de las calles.
Existe también la posibilidad de que acepten la capacitación y se integren formalmente como monitores, eliminando así la necesidad de cuotas informales y reduciendo la presencia de franeleros no regulados. No obstante, existe el riesgo de que miembros de organizaciones como la 28 de Octubre se infiltren como supervisores o ejerzan presión sobre los nuevos monitores para mantener prácticas extorsivas, replicando el modelo de control que ya tenían en los estadios.
La realidad es que colocar a franeleros como monitores del sistema de parquímetros no es una medida que agrade a la ciudadanía. La población los asocia con prácticas intimidatorias y cobros indebidos, especialmente en contextos como los estacionamientos de los estadios Cuauhtémoc y Hermanos Serdán, donde organizaciones como la 28 de Octubre han sido señaladas por agresiones y control de espacios.
La idea de otorgarles un rol formal se percibe como una legitimación de esos comportamientos, en lugar de una solución real. Han sido años de lucha para desmantelar el control de estas organizaciones en los espacios públicos; darles ahora un empleo formal es, para muchos, un claro retroceso.