
En Estados Unidos se está presentando un incremento sostenido de infecciones invasivas provocadas por el estreptococo del grupo A (GAS). Aunque esta bacteria es común y suele causar dolencias leves como faringitis o infecciones en la piel, sus variantes más agresivas comenzaron a multiplicarse, derivando en cuadros severos como sepsis, meningitis y neumonía mortal, afectando sobre todo a personas mayores y comunidades vulnerables.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades confirmaron esta tendencia en varios estados, donde el número de casos ya supera los niveles anteriores a la pandemia por COVID-19. La expansión de estas cepas invasivas se está convirtiendo en una prioridad para las autoridades sanitarias y los científicos, quienes intensificaron su búsqueda de una vacuna que permita contener el avance del GAS antes de que genere una crisis sanitaria de mayores proporciones.
Por su parte, el doctor Joshua Osowicki, del Instituto de Investigación Infantil Murdoch en Australia, indicó que el GAS ya está presente en la garganta de aproximadamente 20 % de los niños estadounidenses. Sin embargo, precisó que las formas graves de la enfermedad se manifiestan con mayor frecuencia entre adultos mayores, personas en situación de calle, consumidores de drogas intravenosas y quienes residen en centros de cuidados prolongados. Además, según el estudio publicado en la revista JAMA, cerca de 25 % de los adultos mayores de 65 años que desarrollan infecciones invasivas no logran sobrevivir.
Aunque el GAS sigue siendo vulnerable a la penicilina, la aparición de resistencia a otros antibióticos como los macrólidos y la clindamicina complica el tratamiento de ciertos pacientes. Esta situación es especialmente riesgosa para quienes no pueden recibir penicilina debido a alergias u otras contraindicaciones. Asimismo, enfermedades asociadas como la fiebre y la cardiopatía reumática presentaron un repunte en regiones con acceso limitado a servicios de salud.
En cuanto a cifras, cada año el GAS causa medio millón de muertes y afecta a más de 750 millones de personas en todo el mundo, especialmente en zonas con sistemas sanitarios deficientes. La Organización Mundial de la Salud clasificó esta bacteria como uno de los patógenos prioritarios que requieren medidas urgentes de prevención y control.
Hasta el momento, no existe una vacuna autorizada contra el estreptococo del grupo A, por lo que el equipo del doctor Osowicki lidera ensayos clínicos que implican la exposición controlada de voluntarios sanos a la bacteria, con el fin de estudiar su comportamiento y respuesta inmunológica. Actualmente, hay al menos diez candidatos vacunales en desarrollo, que incluyen desde plataformas tradicionales hasta vacunas de ARN mensajero, como las utilizadas contra el COVID-19.
El Instituto Murdoch colabora de cerca con la Universidad de Queensland y la empresa Moderna para desarrollar una vacuna basada en tecnología ARNm. Si los ensayos resultan exitosos, una vacuna eficaz podría estar disponible en un plazo de entre cinco y diez años. Sin embargo, los expertos advierten que el escepticismo postpandémico hacia la vacunación podría convertirse en un problema para su implementación.