Fentanilo, cuentas alegres y realidad

Fentanilo, cuentas alegres y realidad

Uno de los imitadores más patéticos de Donald John Trump es el llamado “zar fronterizo”, un sujeto de aspecto y conductas gorilescas –con todo respeto a los primates– quien apenas el jueves 31 sentenció que La Casa Blanca “borrará de la faz de la Tierra a cárteles mexicanos”: Tom Homan.

 

Y en tono jactancioso dijo estar cumpliendo su promesa de “no sólo hacer más seguro a Estados Unidos, sino también a México”. Existe para EU “la frontera más segura en su historia” porque se produjo un descenso de más de 50% en las incautaciones de fentanilo debido a que “todos los agentes están ahora en la línea, vigilantes, no cambiando pañales ni trasladando personas a hospitales”. Esta presencia operativa debilita significativamente a los cárteles, que bajo la administración del expresidente demócrata Joe Biden registraron ingresos récord por narcotráfico. Lo que omite el imitador de DJT es que durante el cuatrienio de Biden disminuyeron 30% los fallecimientos por el consumo de fentanilo, pero Homan acata la norma trumpista de acomodar las cifras de acuerdo con las necesidades de imagen del grupo gobernante. ¡Qué subió el desempleo, despídase a la funcionaria encargada!

 

Pero la grotesca campaña antimexicana del magnate y presunto pedófilo Donald John por el arribo de fentanilo –no de sus precursores que no se producen en México–, es exhibida como falaz y pretexto para interferir en el vigoroso comercio entre EU y México, e imponer ventajas arancelarias para USA.

 

Si nos atenemos a los corresponsales Jim Cason y David Brooks, de La Jornada en Washington y Nueva York, más del 80% de los condenados por el delito federal de tráfico de drogas son estadunidenses, y cuatro de cada cinco arrestados acusados de tráfico de fentanilo también son gringos, indican datos oficiales.

 

De acuerdo con cifras oficiales, estudiadas por los colegas, sobre quiénes son los arrestados y encarcelados por narcotráfico en EU y quién transporta las sustancias ilegales a este país desde el extranjero, concluyen que mexicanos y otros extranjeros participan en el tráfico de drogas, pero la abrumadora mayoría de los convictos por ese delito son estadunidenses. Por supuesto que el coro acusatorio contra México es de acuerdo con las necesidades de los nuevos administradores del imperio y el llamado Estado profundo.

 

En el muy rentable negocio privado de las cárceles federales existían 154 155 detenidos hasta marzo de 2025 y 62 260 –alrededor de 40%– cumplen condenas por el delito de tráfico de drogas, al decir de la United States Sentencing Commission, agencia oficial autónoma dentro de la rama judicial. Por cierto, con una de las poblaciones encarceladas per cápita más grande del orbe, y después de una década de reducción, el número de personas en prisión en USA empezó a subir a partir de 2022, de acuerdo con los datos más recientes del Sentencing Project, un centro de investigaciones independiente.

 

Casi un millón de personas son arrestadas cada año en EU por delitos relacionados con las drogas, “la mayoría por simple posesión. No todos son encarcelados. De los casi 2 millones que sí están en prisión hoy, uno de cada cinco se encuentra en una celda por algún crimen relacionado con sustancias ilícitas”, sostiene la Drug Policy Alliance.

 

Claro que la propaganda de la Oficina Oval contra México, de sus funcionarios y colaboradores mexicanos, resulta más fácil de practicar que atender las causas socioculturales que generan el vasto territorio de las adicciones a las drogas ilícitas.

 

Acuse de recibo

 

Testimonio de Elba Pérez Villalba: “A propósito de la gentrificación. A los tres años llegué con mis padres a vivir en la calle Medellín, en la colonia Roma. Después, nos cambiamos a la calle Durango, casi esquina con Monterrey, en contra esquina con la Cruz Roja, ubicada entonces ahí. En el edificio en donde vivimos, en un local de la planta baja, trabajó Víctor Rico Galán, no estuvo mucho ahí. Nos tocó el temblor de 1957, cuando se cayó el Ángel de la Independencia. Mis padres me abrazaban, y los libros caían de los estantes, todo se movía. En esos años mi padre José Encarnación Pérez Gaytán estuvo preso por el movimiento ferrocarrilero. Durante un tiempo tuvimos en la puerta del edificio vehículos militares, estando ya él preso, desde los cuales a veces por las noches alumbraban a la ventana del departamento que daba a la calle. Mi mamá Amelia Villalba Alvarado pensaba que entrarían a la casa, y no se podían mover las cosas comprometedoras entre ellas un mimeógrafo. En la cocina había una ventana, en donde ella colocó una silla, y se mantuvo entreabierta, porqué suponía que si entraban por ahí yo podría saltar a un corredor, el que daba a la puerta del departamento aledaño, mantenido abierto por la vecina, emparejado. Quiero reconocer la gran solidaridad de los vecinos con nosotras. No había dinero y apoyaban dándome de comer. Así como también lo hizo Andrea Revueltas, hija de José, quien vivía a la vuelta, en la calle Monterrey”.

 

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