
El alcalde Chedraui ha llevado la gestión urbana a un nivel de absurdo: no solo miente a los ciudadanos, sino que se ha propuesto fustigarlos y castigarlos.
Bajo su administración, estacionarse en el estacionamiento rotativo sin usar la aplicación correspondiente se ha convertido en un delito digno de infracción, retiro de placas y multas. Lo que debería ser un servicio público para facilitar la movilidad se transforma en una trampa burocrática que castiga al ciudadano común.
Pero, si esto no fuera suficiente, lo peor es que cientos de ciudadanos, sorprendidos y afectados por la falta de claridad en el uso de la app para estacionarse, enfrentan un viacrucis para recuperar sus placas, con largas filas en las oficinas ubicadas frente al mercado de Sabores, esperas de al menos tres horas y una multa de 229 pesos.
Un caso indignante lo demuestra una ciudadana que estacionó su vehículo a diez calles del Zócalo y fue sancionada con la pérdida de su placa. Este incidente no es aislado, sino un reflejo de un sistema diseñado para atrapar y castigar a los ciudadanos, sin importar cuán lejos estén del centro neurálgico de la ciudad.
Chedraui es el enemigo número uno de los poblanos. En lugar de promover un sistema claro, accesible y bien comunicado, su administración opta por la mano dura, convirtiendo un trámite cotidiano en una odisea de filas de tres horas y costos innecesarios.
El estacionamiento rotativo, que debería ser una herramienta de orden y no un arma para fustigar a los ciudadanos, se ha transformado en una trampa burocrática; y mientras Chedraui se regodea en su “eficiencia”, los poblanos pagan el precio de su autoritarismo.
Este sistema no solo castiga el desconocimiento o la falta de acceso tecnológico, sino que humilla al ciudadano, obligándolo a perder tiempo y dinero en un proceso diseñado para incomodar.
En lugar de implementar campañas informativas o soluciones accesibles, la administración de Chedraui opta por exprimir a los poblanos con trámites engorrosos y sanciones desproporcionadas.