La etapa adolescente es sinónimo de primeros amores y exploración de relaciones, pero para una alarmante cantidad de jóvenes el noviazgo se convierte en el escenario de una sutil y a veces brutal violencia.
Este fenómeno, que a menudo se minimiza o se confunde con "pruebas de amor", es un grave problema social y de salud pública que exige ser reconocido y combatido.
La violencia en el noviazgo no siempre es física; de hecho, las formas más comunes en la adolescencia son el abuso psicológico, emocional y el control. Tanto hombres como mujeres pueden ser víctimas o agresores, y es importante aprender a identificar las banderas rojas que indican que el amor se ha transformado en maltrato.
El control excesivo, por ejemplo, revisar el teléfono, redes sociales, correos; exigir contraseñas; controlar tu vestimenta o actividades.
 El aislamiento, criticar o prohibir tus amistades y tiempo con tu familia, buscando que dependas sólo de la pareja.
El aislamiento, criticar o prohibir tus amistades y tiempo con tu familia, buscando que dependas sólo de la pareja.
Los celos desproporcionados, insinuar constantemente que eres infiel, montar escenas de celos sin motivo o culpar a otros de estar en contra de la relación.
La desvalorización y humillación, poner apodos hirientes, hacerte sentir inútil, criticar tus opiniones, humillarte en público o privado.
La manipulación o amenazar con terminar la relación, hacerse daño o culparse si no haces lo que quiere ("si me dejas, me mato").
 
Presionar para tener relaciones sexuales o cometer actos que no deseas (violencia sexual). Además de gritar, insultar, usar el sarcasmo o hacer comentarios que hieren tus sentimientos.
 Y aunque menos frecuentes que el abuso psicológico, el maltrato físico también se presenta. Señales como los empujones, cachetadas, tirones de pelo, o incluso el "golpeando jugando" son actos violentos que no deben normalizarse.
Y aunque menos frecuentes que el abuso psicológico, el maltrato físico también se presenta. Señales como los empujones, cachetadas, tirones de pelo, o incluso el "golpeando jugando" son actos violentos que no deben normalizarse. 
Estudios indican que las mujeres tienden a experimentar más victimización por control y agresión sexual, mientras que los hombres ejercen más agresión sexual. Sorprendentemente, algunas investigaciones también sugieren que las mujeres adolescentes reportan perpetrar más control y agresiones físicas.
Pero, ¿se denuncia la violencia adolescente?
Pese a la alta frecuencia de incidentes violentos en las relaciones juveniles, la respuesta es que las denuncias son poco comunes.
 
 Diversos estudios señalan que solo un pequeño porcentaje de jóvenes (entre el 4% y el 10%) llega a una acusación formal.
Diversos estudios señalan que solo un pequeño porcentaje de jóvenes (entre el 4% y el 10%) llega a una acusación formal.
La principal barrera es la normalización del maltrato. Existe un mito generalizado de que los celos son una prueba de amor, o que el control es sinónimo de interés. Esto dificulta que las víctimas identifiquen lo que están viviendo como violencia.
El miedo a la represalia del agresor, la vergüenza, el desconocimiento legal y el temor a la revictimización limitan fuertemente la búsqueda de ayuda y la interposición de denuncias.
 
La falta de denuncia y atención temprana perpetúa un ciclo de violencia, afectando gravemente la salud física y psicológica de las víctimas, e incluso incrementando las probabilidades de suicidio o de futuras relaciones abusivas.
La violencia en el noviazgo es una realidad que trasciende géneros y no es un "asunto de pareja" menor. Es fundamental promover la educación sexual integral y los programas de prevención para que los jóvenes puedan construir relaciones sanas, basadas en el respeto, la equidad y el consentimiento.
 
							 
									 
									 
									